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El Cambio de hábitos

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De la misma manera que nos esmeramos en hacer bien nuestro trabajo, en cuidar de las personas que queremos, en mantener ordenadas nuestras cosas, etc., deberíamos cuidar de nuestro cuerpo. Tener unos hábitos de vida saludables nos ayuda a estar sanos y fuertes.  A continuación te comentaré algunas costumbres que puedes incorporar en tus rutinas diarias para mejorar tu estado del bienestar.

SIGUE UNA ALIMENTACIÓN VARIADA

Una alimentación variada se consigue consumiendo alimentos pertenecientes a los diferentes grupos alimenticios. Necesitamos tomar alimentos ricos en proteínas, como carnes, pescados, marisco, huevos, lácteos; alimentos ricos en fibras y vitaminas, como los vegetales, las hortalizas y la fruta;  moderar el consumo de alimentos ricos en hidratos de carbono (pasta, arroz, pan, legumbres, etc.) sobre todo si llevas un sistema de vida sedentario; y evitar los azúcares simples como dulces, pasteles, bollería industrial y refrescos azucarados.

COME SIN PRISAS

Masticar bien los alimentos, es un requisito fundamental para facilitar el proceso de digestión. Pero no sólo eso,  cuando masticamos bien la comida, damos tiempo a que las señales de saciedad lleguen a nuestro cerebro, de esta manera, aparte de disfrutar plenamente del sabor de los alimentos, evitarás ingerir demasiada cantidad. Así que, mientras comes, tómate un respiro, para un momento… y decide si ya estás lleno.

¡HAZ EJERCICIO!

El que sea, si puede ser tres veces en semana, mejor. Da igual lo que hagas: camina, corre, juega al pádel, monta en bicicleta, elíptica, pesas, aeróbic. Las personas que se mantienen activas… llevan una vida activa. El ejercicio, aparte de mejorar nuestra capacidad cardiovascular, nuestra circulación y tonificar nuestros músculos, eleva nuestro metabolismo basal. Nos convierte en “gastadores” de energía, con lo que nos resultará más fácil eliminar esos kilitos de más. Al mismo tiempo, nos permite librarnos del estrés y la ansiedad acumulados en el día a día, lo que nos ayudará a controlar lo que comemos.

NO COMAS SIN HAMBRE

A veces comemos porque estamos aburridos, ansiosos o tenemos un problema. Lo más habitual es, además, intentar aplacar esa ansiedad, con alimentos de alto contenido en hidratos de carbono y grasas saturadas.

Aprende a diferenciar el hambre de la ansiedad. El hambre se distingue fácilmente, puesto que el estómago “ruge” cuando necesita alimento. Tener hambre a la hora de la comida es normal, lo que no es bueno es sentarnos desfallecidos a la mesa. Así que come, cuando tengas hambre, ni antes, ni después.

¡DUERME!

La noche es el momento adecuado para dormir, puesto que nuestro ciclo de vida está regulado por la luz. De noche se produce la reparación de nuestros tejidos, el crecimiento y la consolidación del aprendizaje.  Cuando no dormimos lo suficiente, el patrón de hormonas que regula el apetito se altera, sentimos más hambre y más necesidad de alimentos hipercalóricos, además de reducirse nuestro metabolismo basal, gastando así menos energía. Por tanto, ¡descansa y evita trasnochar!

 ¡SONRÍE!

Intenta ver el lado positivo de las cosas. A veces es complicado, pero siempre podemos aprender de las cosas que nos pasan. Las personas negativas, anticipan los problemas, sin saber si van a ocurrir o no…y de esa manera elevan sus niveles de ansiedad. Cuanto más ansioso estés, más ganas tendrás de comer alimentos inapropiados. Así que sonríe y predisponte a ser feliz.

Si te sientes bien, te verás mucho mejor, y eso te animará a seguir manteniendo unos hábitos de vida saludables.

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